
La poda de los rosales es una de las pesadillas más extendidas entre los jardineros. Se dice que cualquier corte que se le haga a un rosal que no responda de forma expresa a las normas inquebrantables de la poda de rosales acaba siendo un desastre.
Pero lo cierto es que los rosales son mucho más resistentes de lo que generalmente se cree; de hecho, encajan muy bien los «golpes» y no mueren con tanta facilidad.
Conceptos básicos para la poda de rosales
La poda de los rosales se suele conocer como «poda de sustitución», ya que su objetivo es el de sustituir los brotes más viejos por otros nuevos, más vigorosos. El mejor momento para podar un rosal es durante el invierno o a principios de primavera, cuando los rosales invernan.
Poda de rosales por una yema exterior
En la mayoría de los casos, los rosales deben cortarse por una yema orientada hacia fuera, con independencia del tipo de rosal. Durante el invierno y a principios de primavera, la yema (el punto a partir del cual el rosal produce hojas o brotes) es sencillamente una pequeña hinchazón en el tallo. La razón para cortar por una yema orientada hacia fuera es la de crear una planta en forma de «copa» con un crecimiento uniforme por todos los lados. Un crecimiento excesivo en el centro de la planta provocaría una aglomeración de tallos, con el consiguiente riesgo de enfermedades, sobre todo fúngicas, que prosperan en ambientes con poca circulación de aire.
Podar rosales después de plantar
Es preferible plantar los rosales «a raíz desnuda» durante el invierno o a principios de primavera, ya que están invernando.
Poco después de plantarlos, es recomendable podarlos severamente a partir de la quinta u octava yema respecto del nivel del suelo para estimular la formación de brotes vigorosos .
Podar en otoño los rosales
Aunque el período principal para la poda de rosales es el invierno o principios de primavera, en lugares expuestos es recomendable reducir un tercio el tamaño del rosal a finales de otoño; de esta forma, se evita el fenómeno conocido como wind rock: los vientos fuertes de invierno pueden hacer tambalear las plantas más frondosas, lo que aumenta el riesgo de sufrir daños en los tallos y en las raices.
Podar diferentes tipos de rosales
Pode de rosales arbustivos
Después de la primera estación de crecimiento, es recomendable una poda de formación. Esta poda es más severa que la de los años siguientes, y tiene el objetivo de mejorar la estructura y la forma de la planta.
Las podas posteriores deben ser mínimas y llevarse a cabo en el invierno o a principios de primavera. Se deben cortar los brotes del año anterior por las yemas que estén orientadas hacia fuera. (No corte más allá de los brotes del año anterior, a no ser que tenga que eliminar partes muertas, enfermas o dañadas.)
Rosales arbustivos con ramilletes de flores
Este tipo de rosales son los que requieren la poda más severa de toda la familia de las rosas. Deben podarse por las yemas orientadas hacia fuera a partir de la quinta u octava yema con respecto al nivel del suelo en invierno o a principios de primavera.
Poda de rosales trepadores y de enredadera
Los rosales de enredadera producen numerosos brotes desde el nivel del suelo. Los más bajos deben podarse o «sustituirse» retirando un tercio de los tallos más viejos cada invierno. Los rosales trepadores crecen hacia los lados, desarrollando tallos laterales que salen del tronco y cargan con la mayoría de los capullos que darán rosas. Estos tallos deben podarse por las yemas orientadas hacia fuera. Si no se realiza esta tarea, muchos rosales trepadores empezarán a crecer rápida y descontroladamente .
Ambos tipos de rosales prefieren una formación horizontal de sus tallos para contrarrestar el crecimiento irregular. Con ello, se frena la tendencia natural de la planta a crecer hacia arriba y se estimula la producción de tal los laterales.